martes, 21 de abril de 2009

Fotos de esperanza


Emociona, conmueve, sensibiliza y alegra. Cuatro conceptos que resumen el efecto que genera “Los niños del Barrio Rojo (Calcutta´s Red Light Kids)”. Documental crudo, sobre la realidad de un grupo de niños, hijos de prostitutas de Calcuta, a los cuales se les trata de sacar de la marginalidad en que viven para entregarles un mejor futuro.


Zana Briski, fotógrafa inglesa, se introduce en el barrio rojo de la ciudad de Calcuta, India, para fotografiar la vida de las prostitutas y sus familias que vivían en los burdeles. En el proceso, conoce a un grupo de niños del lugar y decide entregarles cámaras fotográficas e impartirle cursos para que puedan fotografiar a sus madres.

Ese convivir con los niños, genera un lazo afectivo que lleva a Zana Biski a realizar todos los esfuerzos necesarios para sacar a los niños de la marginalidad e integrarlos a internados donde puedan estudiar tranquilos. Es aquí donde aparece la cámara para compartir esta historia con el mundo.

En una narración ágil de los hechos, se va desarrollando la trama del documental, con una música que entrega la dosis de emoción y misticismo presidio para cada escena.

El manejo de fotografía que existe en las imágenes es excelente, cada encuadre permite introducir al espectador a ese mundo lejano.

Esta mezcla entre, imagen, música y texto, ayuda a conocer a estos niños y enternecerse con ellos, y apoderarse de la causa en que la fotógrafa está inmersa, la tarea de sacarlos de ese lugar para optar a un futuro mejor.

La historia se entrelaza con los trabajos realizados por los niños, algunos de una gran calidad, sorprendiendo con su talento oculto que logra salir a flote gracias a pequeños cambios en sus conductas.

Invita a reflexionar, sobre cuantos Kochi o Avijit (dos de los protagonistas), existen en otros lugares del mundo, sin la oportunidad de que alguien les tienda la mano.

El móvil en que se trasforma la fotografía, nos enseña cómo pequeñas cosas puede lograr grandes cambios. Provistos sólo de una cámara, ni siquiera de la mas alta tecnología, estos niños salen a sus a casas y a las calles para poder captar su mundo, pero con otros ojos, a través del lente de un artista.

Ese acto, los hace protagonistas de sus vidas, se sienten importantes, y que aportan algo a su sociedad. Sus proyectos de vida pegan un giro y el mundo que ven por delante se torna cada vez mas positivo.

Esta ilusión, rápidamente aterriza y se estrella, cuando se muestra la otra parte, la que ven los ojos de Calcuta, la de marginalidad, discriminación y la de muchas de sus familias que no permiten que sus hijos salgan de la vida que tienen.

Sin caer en trucos innecesarios de sentimentalismo y musicalización, la trama conmueve por si sola, creando en el espectador, la misma esperanza e ilusión que sienten los niños con las cámaras en las mano.

El periodista se incumbe con lo que observa y decide ayudar, esa labor observadora pasa más allá y se relaciona y abandera con la causa encontrándose con trabas que parecen imposibles de sortear, las mismas con las que los niños conviven día a día.


Todo eso presenta “Los niños del Barrio Rojo (Calcutta´s Red Light Kids)”, ganador del OSCAR a mejor Documental Largo, entrega la dosis perfecta de realidad para recordar que en el mundo no todos tienen las mismas oportunidades, excelente para sentarse a verla y discutirla con quien acompañe, ¿y por qué no?, hacer algo por arreglar el mundo.

martes, 14 de abril de 2009


Oír el despertador por las mañanas, dar el agua caliente, tomarse una ducha, beber café, ir a la U, volver a casa, leer un libro, ver noticias y dormir. Rutina, quizás solo eso, pero segura. No hay sobre saltos, miedos, sufrimientos, dolores ni grandes problemas.

Tanta tranquilidad hace creer que siempre es así, y que todos gozan de la misma. Pero no por ignorancia, si no que por un inconciente-conciente sentimiento de olvido. Es necesario olvidar el hambre en África para comer opulentos platos, es necesario olvidar las guerras del mundo para carretear un sábado por la noche. Es necesario olvidar la miseria en nuestro país para no conflictuar el discurso con los actos.

Sin duda el mundo es mucho más de lo que nos rodea, y alguien tiene que acercar eso que esta más allá de lo que nuestros ojos alcanzan a ver. Pero quien trae esas imágenes no puede olvidar tan fácil como el resto cuado cierra las páginas de esa revista o apaga el documental.

Todo estos pensamientos surgen al ver el documental fotógrafo de guerra, personifica do en James Nachtwey, testigo directo de hambruna, muerte y miseria alrededor del mundo. El seguimiento en terreno de la labor realizada por james no hace tocar por un instante aquello k genera el contacto directo con esta realidad olvidada.

Si bien, muchas sensaciones se pierden, es casi posible sentir el olor y las texturas de lo que se está viendo. Impacta y conmueve. Tanto que uno se aferra y se hace parte del pensamiento de Nachtwey cuando dice que su único fin es que estas imágenes no sean olvidadas y que esas escenas no sean repetidas. 20 años de convivir con eso le otorga esa mirada perdida y calma de alguien que hizo propio el sufrimiento de muchos y lo lleva consigo.

Quizás su mayor conflicto es saber que le pagan por eso, por retratar el dolor de otros, pero sabe que su misión es esa, y el pago no es más que un trámite de algo mas importante que es el acercar el dolor al mundo.

Capa decía que había que estar cerca para obtener buenas fotos. Esa es la escénica de Natchwey, su cercanía y compromiso con lo que hace permite transmitir todos los sentimientos en una imagen.

Si el mundo quiere ser ciego y sordo al ignorar esto, Natchwey, no quiere ser mudo. Sus fotografías son un grito, pero no de él, es un grito de auxilio de sus protagonistas. Él mismo señala, que no quiere que las fotografías sean vistas como una obra de arte, sino como un reflejo de la realidad.

Algo más que imágenes y una historia deja este documental, permite palpar una realidad que queremos olvidar para poder vivir tranquilos, sin conflictos internos. Pero que sigue viva y continua pasando.

Que testimonios gráficos como estos, no termine solo en una exposición en alguna galería del mundo, sino que se queden en la conciencia colectiva de la humanidad para esa rutina sin sobre saltos, miedos, sufrimientos, dolores ni grandes problemas. Sea una opción en todo el mundo.

miércoles, 1 de abril de 2009

Parece que ya no somos tan buenos


Una vez más de un lugar a otro. Y es que el destino se encarga de recordarnos que nunca somos tan buenos como creemos o tan malos como se dice. Que mejor ejemplo que el partido de hoy. Chile v/s Uruguay, si parecía que este partido lo habíamos ganado el domingo cuando le marcamos 3 a Perú, pero los partidos hay que jugarlos, y este sí que costo. Aunque ya hemos aprendido de nuestra polaridad extrema frente a diversas situaciones, aún no podemos cantar victoria, por que por más que de la boca para afuera digamos que no hay que ser extremos, en el fondo de nuestro corazón chileno se palpitan esos sentimientos. Del partido no voy a hablar porque para eso están los diarios, lo que me importa es que se mantenga el status cuo, si bien de local no hemos sido todo lo regular que deberíamos, de visita nos ha ido mejor, y se compensa y estamos bien. Siento que hay que estar conformes con el global, no con los desarrollos de algunos partidos. – A veces sueno como Bielsa (qué miedo)-.

Pero de vuelta al primer tema que plantee creo que debemos disfrutar el momento de la tabla y no cranearce tanto que si jugamos así, o jugamos acá y flalalal, etc. Quiero mirar la tabla y descansar, porque aunque no lo creamos estamos por sobre Argentina – llorando por Bolivia, y es que no se la creen esa boletita- y claramente dentro de la zona de clasificación directa.
Yo creo que hay que juntar plata para Sudáfrica, no porque crea que chile sea más que otros equipos, sino porque la tabla lo dice, qué mejor fuente que esa. Así que aquellos que recién terminan de pagar las deudas por ir a Francia en 1998, a encalillarse para el próximo año